jueves, 1 de septiembre de 2016

Vacaciones de verano 2016. Decimo cuarta parte

La costa de Portugal en la desembocadura del Tajo, entre Belém y Cascais tiene una luz especial. Es una costa de pequeñas calas en la que se ven mansiones espectaculares, algunas venidas a menos de épocas pasadas. Se pasa por Estoril donde los sueños de la existencia de un rey de España en el exilio se nos hacen muy presentes. Vemos el casino, pero lo nuestro no es jugar. Un recorrido en coche y nos vamos hasta Sintra. Está muy cerca, pero ya es Sierra. Nada más llegar al centro cogemos la carretera que sube al castillo da Pena, pero no nos apetece entrar. Después de los Jerónimos nuestras ansias de arte están colmadas.
Así que bajamos al centro de la ciudad a pasear por las Callejas estrechas en cuesta, a comer, a deleitarnos con unas casadiellas (no malas, pero nada que ver con las asturianas), e incluso a encontrarnos con Jesús, compañero de Tere en el Instituto y mío de matería y Sindicato.
Poco a poco a cae el día y volvemos a Lisboa para pasear un rato por la plaza de Comerço y por la Baixa. La plaza se abre al río con una escalinata poblada de gente disfrutando de la brisa y el paisaje. La Baixa, por contra, no refleja tranquilidad, está llena de bares con gente cenando, tomando algo o, simplemente, disfrutando de los espectáculos callejeros que hay.
Antes de terminar el día, Maritere compra en un bar un coco y disfruta tomando el jugo con una pajita. Otra experiencia pendiente de hacer que se cumple.

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