Tras sus dos últimas películas (Takeshis y Glory to the filmaker), dos deconstrucciones autorreferenciales totalmente inclasificables, Takeshi Kitano ha regresado a la convencional senda del cine de género (en concreto, al cine de mafia japonés o yakuza eiga), algo que con toda seguridad valorarán muchísimo los seguidores del apreciado director nipón.
Más allá de esta evidencia, lo primero que salta a la vista es que lo nuevo de Kitano es imperfecto a nivel de guión y, por tanto, insatisfactorio a todas luces en cuanto a las expectativas que pueda haber levantado entre la parroquia cinéfila.
Quien espere ver en Outrage un drama tan bien resuelto y planteado como Sonatine, Brother o Hana-Bi, que se desengañe, pues se trata de una película innecesariamente larga, de narrativa errática y gratuita, y con un confuso excedente de personajes.
Mientras servidor visionaba Outrage, tenía la sensación de que me encontraba ante una sucesión interminable de traiciones y contratraiciones que no respondía a ninguna lógica causal, más que la de retratar sin demasiada convicción la alocada autofagotización de una organización mafiosa. Es decir, Outrage empieza en un punto indeterminado y acaba tras 109 minutos de metraje, pero también podría acabar 20 minutos antes, como prolongarse dos escenas más o continuar hasta el infinito...
¿Provocación? ¿Desidia? Nada de lo que Kiitano realiza últimamente tiene una respuesta fácil. Eso sí, los sorprendentes repuntes de violencia que Outrage ofrece son impagables, y sólo por eso merece ser visionada.
Más allá de esta evidencia, lo primero que salta a la vista es que lo nuevo de Kitano es imperfecto a nivel de guión y, por tanto, insatisfactorio a todas luces en cuanto a las expectativas que pueda haber levantado entre la parroquia cinéfila.
Quien espere ver en Outrage un drama tan bien resuelto y planteado como Sonatine, Brother o Hana-Bi, que se desengañe, pues se trata de una película innecesariamente larga, de narrativa errática y gratuita, y con un confuso excedente de personajes.
Mientras servidor visionaba Outrage, tenía la sensación de que me encontraba ante una sucesión interminable de traiciones y contratraiciones que no respondía a ninguna lógica causal, más que la de retratar sin demasiada convicción la alocada autofagotización de una organización mafiosa. Es decir, Outrage empieza en un punto indeterminado y acaba tras 109 minutos de metraje, pero también podría acabar 20 minutos antes, como prolongarse dos escenas más o continuar hasta el infinito...
¿Provocación? ¿Desidia? Nada de lo que Kiitano realiza últimamente tiene una respuesta fácil. Eso sí, los sorprendentes repuntes de violencia que Outrage ofrece son impagables, y sólo por eso merece ser visionada.
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