Santiago Segura ha encontrado un rumbo para su cine que tiene muchos adeptos y no pocos discrepantes, aunque no parece importarle gran cosa la disidencia, de la que él ha sido, es y probablemente será un maestro. Y en ese rumbo adquiere mucha importancia Marta González de Vega, guionista y también a veces directora y actriz, con la que ha hecho su buen puñado de últimas películas. Aunque no se le quiera dar a la taquilla, al público, una importancia capital (¿?), hay que reconocerle a Segura su puntería para conectar con las audiencias: infantiles, adultas, familiares, y eso en cualquier arte, industria o negocio es siempre lo más difícil de conseguir y lo más fácil de despreciar. No sería disparatado pensar que llegará algún estudioso un día y explicará las dificultades de saltar de un cine extremo y provocador con el grueso Torrente a uno blanquísimo y familiar con el estilizado Santiago Segura. Explicarlo no es fácil, pero dar ese salto y caer de pie es de medalla de oro.
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