En 1995, antes de dejar su amado hogar en Nlrth Yorkshire para regresar con su familia a los Estados Unidos durante unos años, Bill Bryson insistió en hacer un último viaje por Gran Bretaña, una especie de recorrido de despedida por la verde y amable isla que había sido su hogar durante mucho tiempo. Su objetivo era hacer un balance de la cara pública y las partes privadas (por así decirlo) de la nación, y analizar qué era exactamente lo que amaba tanto del Reino Unido a pesar de (o gracias a) sus muchas excentricidades.
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