Al ser una continuación de Los cigarros del faraón, la historia comienza donde terminó la anterior: en el palacio del maharajá de Rawhajpurtalah; es, por tanto, la primera historieta de Tintín que no comienza en Bruselas. Este hecho le llevó a Hergé a introducir un recordatorio de lo sucedido en el álbum anterior en forma de resumen de prensa. El mayor trabajo previo de documentación desarrollado por Hergé se refleja también en un guion más coherente que los de las aventuras anteriores, en las que el propio autor no sabía bien por donde iba a discurrir la historia de una semana a otra. El Loto Azul puede resultar menos espontáneo y emocionante en ese sentido, pero, a cambio, es mucho más profundo y realista. No obstante, ese guion más elaborado resulta laberíntico, fue realizado improvisadamente y sobre la marcha, ayudado por unas circunstancias históricas determinadas y gracias, sobre todo, a la ayuda de Zhang.
Al igual que en otras historias de Tintín, la narración está repleta de enigmas y obstáculos que debe superar el protagonista durante su investigación. Tanto el mensajero chino que viaja a la India como el hijo del profesor Wang son envenenados y pierden la razón antes de que puedan proporcionar al joven reportero la información que le iban a transmitir; el mendaz Mitsuhirato se hace pasar por colaborador y le proporciona información errónea que le despistará durante un tiempo; y Rastapopoulos le da información correcta pero incompleta. Además, al propio autor le gusta confundir al lector. Por ejemplo, intercala viñetas de Hernández y Fernández transmitiendo y recibiendo despachos con otras de los criminales escribiendo y leyendo informes, con lo que sugiere engañosamente que unos y otros actúan concertadamente. También los mensajes de radio que capta Tintín resultan ser enigmas que hay que resolver.
Tras finalizar su lucha contra la sociedad secreta de narcotraficantes narrada en Los cigarros del faraón, Tintín descansa en el palacio del maharajá de Rawhajpurtalah. Allí recibe la visita de un emisario chino que es envenenado con una flecha impregnada de radjaidjah, el veneno que hace perder la razón. Antes de perder la razón, el mensajero solo puede decir dos palabras: «Mitsuhirato» y «Shanghái». Tintín decide partir hacia esta ciudad para resolver el enigma. Una vez allí, es recibido por Mitsuhirato, quien resulta ser un comerciante textil japonés. Este le dice que fue él quien envió al mensajero para pedirle que permaneciera con el maharajá, quien se encuentra en peligro. Tras la entrevista, Tintín es objeto de dos atentados contra su vida, de los que se salva gracias a la agresiva intervención de un joven chino. Al acudir a una cita con este, Tintín comprueba que también ha sido envenenado con el radjaidjah. Ante la imposibilidad de obtener más información, decide embarcar de vuelta a la India.
En el barco, Tintín y Milú son secuestrados y trasladados a la casa de Wang Jen Chié, padre del joven demente que salvó a Tintín. Wang le informa de que pertenece a una sociedad secreta denominada Los Hijos del Dragón, dedicada a la lucha contra el tráfico de opio. También le advierte de que Mitsuhirato es el principal responsable de tal actividad en China, además de ser un agente al servicio del gobierno japonés. Interceptando emisiones de radio cifradas, Tintín obtiene una pista que le conduce a un fumadero de opio llamado El Loto Azul. Siguiendo a Mitsuhirato desde allí, observa cómo vuela un tramo de vía férrea, acción que, acompañada por una intensa actividad propagandística, permite a Japón justificar una intervención militar en China. Tintín es capturado y Mitsuhirato le inyecta una dosis de radjaidjah antes de dejarle en libertad. Sin embargo, el veneno había sido previamente sustituido por agua por uno de los hijos del dragón. Mitsuhirato denuncia a Tintín a las autoridades de ocupación japonesas, que ponen precio a su cabeza. Pese a todo, Tintín consigue escapar y llegar a casa de Wang.
Al poseer una muestra del veneno, Tintín decide regresar a Shanghái para analizar el radjaidjah y buscar una cura. Tras hacerse pasar por general, atraviesa las líneas japonesas y entra en la Concesión Internacional burlando la vigilancia. Un noticiero que ve en un cine en el que se ha refugiado, le informa de que está en la ciudad el profesor Fan Se-Yeng, experto en cuestiones relacionadas con la demencia. Le busca en su casa, pero aquel se demora excesivamente. Las indagaciones de Tintín le revelan que el sabio ha sido secuestrado y que piden un rescate por él pero, antes de que pueda hacer nada, es detenido por la policía, cuyo jefe J.M. Dawson le expulsa de la concesión haciéndole caer en manos de los japoneses.
Condenado a muerte, Tintín es salvado por el señor Wang. Siguiendo la pista, decide viajar a Hou-Kou para localizar al profesor Fan. Una inundación le obliga a abandonar el tren y le permite salvar de morir ahogado al joven Tchang Tchong-Jen, quien decide acompañar a su salvador. Mientras tanto, Mitsuhirato consigue que el jefe de la policía de la Concesión, el corrupto Dawson, colabore en la captura de Tintín. Para ello, envía a Hernández y Fernández a Hou-Kou. Los dos policías detienen a Tintín, pero Tchang sustituye sus credenciales y el periodista queda en libertad. Cuando llegan al lugar donde se debe pagar el rescate por el profesor Fan, un agente de Mitsuhirato hiere a Tintín, a quien solo la intervención de Tchang consigue salvar.[nota 5]
Los dos jóvenes regresan a Shanghái. Tras una semana de reposo en casa del señor Wang, Tintín espía a Mitsuhirato y se entera de que este se dispone a capturarles a todos. En efecto, cuando vuelve a casa ve que la familia Wang ha sido secuestrada. Una pista le conduce a El Loto Azul, donde oye a Mitsuhirato mencionar un almacén del puerto. Al día siguiente por la noche, Tintín se esconde en un barril que los traficantes conducen al almacén. Allí es capturado por Mitsuhirato, quien le revela que su jefe es el mismo Rastapopoulos, quien se presenta allí. Los bandidos pretenden que el demente hijo del señor Wang les decapite a todos, pero la intervención de Tchang y los hijos del dragón, escondidos en otros barriles, consigue salvarles y detener a los delincuentes.
Además de acabar con la red de traficantes de opio, las investigaciones de Tintín dejan al descubierto las argucias japonesas, por lo que Japón debe abandonar el territorio chino. Los señores Wang deciden adoptar a Tchang y Tintín zarpa de vuelta a casa. Mitsuhirato se hace el hara-kiri
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