*Inevitable referencia
No vamos ahora a descubrir América enumerando la enorme lista de títulos que han adaptado con mayor o menor acierto la literatura mitológica. Los mejores están en nuestra memoria, siendo que casi todos argumentan siempre desde un prisma antiguo, trasladándonos a la edad dorada de los mitos sobre Heracles o Perseo, las sádicas ambiciones de Ares e incluso los introspectivos viajes epopéyicos. Sin embargo, Kaos nos retrotrae a una en concreto, American Gods, esa brillante adaptación de la novela del gran Neil Gaiman que cautivó con su explosiva primera temporada y tras dos más fue cancelada por los problemas fuera de cámara.
¿Por qué esta serie en concreto? Fácil, porque junta las dos bases más definitorias de ambas propuestas: mitología y actualidad. Es decir, ya no rebobinamos para recrear un tiempo de espadas y flechas, sino que vemos a los mismos dioses reinar, en mayor o menor medida, en el presente. Quizá aquí esté la diferencia sustancial entre las dos, pues mientras la de 2017 nos muestra a unas divinidades en decadencia, caídas en el olvido y en guerra con los nuevos ídolos (tecnologías y demás), la de 2024 coge a las mismas deidades del pasado y las suelta en nuestros días. Así de simple, con sus mismas personalidades, caprichos y desenfrenos, en un mundo alternativo en el que Dios, en mayúsculas, no existe, sino que se rinde culto a los grandes nombres griegos, de la misma forma que en la antigüedad.
Si tuviéramos que resumir la premisa común sería la imperiosa necesidad que esos dioses tienen de mantener su poder a costa de la humanidad. Tanto Kaos como American Gods reflejan a unos seres ensimismados pero sabedores de la necesidad de almas para sobrevivir, para seguir siendo eternos. Si bien es cierto, Charlie Covell, la creadora, lo hace de una manera mucho más directa, porque le interesa ahondar en otros aspectos.
*La premisa de Kaos
La showrunner de Kaos nos presenta a la familia de dioses griegos por excelencia, en su máximo nivel de poder, cuya veneración por parte de los humanos se mantiene intacta, salvo por esos pocos escépticos de la casa troyana, cargados de motivos para odiar a los que consideran sus enemigos y absolutamente ausentes al sufrimiento de sus siervos.
Es a partir de la pequeña duda desde donde parte esta serie, de ese Zeus que, a pesar de saberse omnipotente e infalible, empieza a acusar el peso de la incertidumbre, esto es, algo que escapa a su omnisciencia. De ahí hacia la absoluta anarquía, os podéis imaginar el resto. El rey de los dioses del Olimpo piensa que ha abandonado su supremacista personalidad, y a pesar de haber jurado no querer ser como su padre Crono, su tristeza existencial se torna de nuevo tiránica.
*Rostros divinos y humanos
Para lograr este fantástico personaje, en definitiva el que más juego debe dar, la creadora de Kaos fichó a última hora porque en principio estaba atado Hugh Grant, al genial Jeff Goldblum, que aporta a su Zeus una serie de matices sabrosísimos, juguetones y necesariamente macabros. Es la elección perfecta porque la serie tiene una clara carga de humor negro, por lo que el actor debe ir virando de un espectro a otro sin parar. Y qué queréis que os diga, si la primera secuencia es la apoteósica voz en off de Prometeo narrando la presentación de Zeus, con Money for nothing de Dire Straits... imposible comenzar con mejor pie.
El resto del reparto es igualmente maravilloso, sin duda uno de los motivos por los que esta serie crece sobremanera. Un titánico Jeff Goldblum, nunca mejor dicho, está muy bien emparentado en la ficción con la vanidosa Hera de Janet McTeer, el cachondo Poseidón de Cliff Curtis, un lógicamente atormentado Hades de David Thewlis, y el inmaduro Dionisio de Nabhaan Rizwan. A esta enfermiza familia se suman los humanos arcos principales de Killiam Scott, haciendo de Orfeo, Aurora Perineau, encarnando a Riddy, y Misia Butler como Caneus.
*De profecías y mitos
Si algo destaca en Kaos más allá de sus buenas interpretaciones o lo evidente del atractivo argumento, es la dualidad que la showrunner nos presenta de manera constante y con una clara evolución ascendente del primero al octavo y último episodio. Es la indisoluble confrontación entre realidades la que define esta serie. Primeramente a través de ese subyacente fundamento del bien y el mal, que se comporta de forma convencional y totalmente reconocible, pues da sentido último al cómputo general. Después tenemos otras dualidades muy interesantes como sacrificio y libertad, sangre y abandono o destino y autodeterminación.
Pero la más clara, que marca casi todos los arcos narrativos, es la que viaja siempre reflexionando sobre el sentido de la vida. ¿Qué es ser humano? Sin miedo a desvelar spoilers, diremos que los personajes, tanto dioses como hombres, van debatiéndose sobre el origen y destino de cada persona. Porque todos son personas al fin y al cabo, con mayor o menor rango de poder, pero todas tienen un nacimiento y una muerte escrita.
Y ahí es donde aparece el protagonista más sibilino, la profecía. Porque todo este pitote surge por la importancia que aparentemente tiene uno de los presagios de las sensacionalmente interpretadas Moiras: A line appears, the order wanes, the family falls and the kaos reigns. Es decir, que esa línea que surge como clara referencia al hilo que crea y destruye, pudiendo o no, según convicciones (tal cual rezan las Parcas), hacer que el orden se tambalee y el caos prevalezca. ¿Cómo? Evidentemente, nada puede cambiar si la contaminada relación entre dioses y humanos no cambia, si las fuerzas no se igualan, si la naturaleza no es revelada tal cual es. Como digo, que todos son personas, y Kaos dilucida sobre esto, en un sentido directo y también metafórico. Todos buscando la verdad tras el mito roto que trae la anarquía.
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