domingo, 9 de marzo de 2025

Películas del invierno 2025 "Nos vemos allí arriba"

Noviembre de 1919. Dos supervivientes de las trincheras, uno un magnífico ilustrador y el otro, un modesto contable, montan una estafa sobre los monumentos a los muertos de la guerra. En la Francia de los años veinte, el proyecto se convierte en algo tan peligroso como espectacular.

Nos vemos allá arriba

Una pena que una película tan interesante vaya a pasar desapercibida para el público y sin hacer la caja que merecería, aunque en su país de origen, Francia, la hayan visto más de dos millones de espectadores y se llevara cinco “Césars” del cine francés de las trece categorías a las que fue candidata. Su pase fuera de concurso en el Festival de San Sebastián tampoco parece que haya repercutido en su escasa asistencia. De cualquier forma, quede ahí nuestra recomendación para cualquiera que quiera ver una buena película y a ser posible en cine, porque en este caso, es para verla en una sala, en pantalla grande y buen sonido.

Albert Dupontel junto a Pierre Lemaître son los encargados de la adaptación a la pantalla de la novela de este último. La gran ventaja de escribir con el autor es la compenetración entre ambos y que, Dupontel, hábil y con cierto rodaje en estas lides, tenía claro qué clave quería utilizar. Sin duda se trata de su proyecto más difícil y ambicioso, pero ha salido muy bien parado. Aunque como actor la Academia de cine francés no le premió, sí le otorgó el premio al mejor guionista y el de mejor director. Su esforzada labor es indiscutible. Este drama, con tintes de humor negro, posee unos personajes perfectamente definidos, aunque el hubiéramos querido saber más sobre cómo se unen los personajes de la niña y de Edouard. Los acontecimientos que se suceden están contados con ritmo, interesando en todo momento. La dirección es muy acertada. En las escenas de batalla y trincheras son impecables, incluso el manejo de la cámara, la fotografía de Vincent Mathias, y toda su planificación. A veces, Dupontel, sigue utilizando la fotografía como objeto de virtuosismo, pero sin excederse, y a medida que el film va avanzando parece que su énfasis se va aplacando, para su mayor acierto. Los ayudantes de dirección incluso se hacen notar, y para bien, en escenas de masas y tumultuosas, perfectamente “orquestadas”.

Los actores están ensamblados en esta maquinaria que Dupontel ha logrado controlar desde el principio: él mismo, como protagonista, pero no como ser egocéntrico, está muy bien. Nahuel Pérez Biscayart como Edouard, quizás el personaje más difícil, logra un trabajo excepcional, aunque ni siquiera fuese nominado. También Niels Arestrup como Marcel, un actor de gran versatilidad al que recordamos sobre todo por su magnífica labor en “Un profeta” y que cada día nos recuerda más a Richard Harris. Y el resto, desde las actrices a cualquier secundario están medidos y más que correctos, sobre todo Laurent Lafitte como el aborrecible Henri, en una de sus más logradas interpretaciones.


Su bestial presupuesto, de casi veinte millones de euros, luce a todo trapo, desde sus efectos visuales y sonoros a su esplendorosa ambientación, tanto barroca como hipnótica a veces, con muy buen gusto: su vestuario, su dirección artística o el precioso diseño de máscaras que, en algunos momentos nos evocan a muchas películas del cine galo y que puede ser hasta casi un homenaje a esos rostros que aparecían en clásicos maravillosos como “Los niños del paraíso” de Carné o a “Los ojos sin rostro” de Franju. Todo resplandece pero en ningún momento se sobrepasan o queda como pretensión de nuevo rico.

La música es buena, pero hay un tema, que se utiliza en varios momentos, por lo que se escucha “demasiado”, que nos suena demasiado a Morricone, no sé a él cómo le habrá sentado, y que nos lleva al Morricone de principios de los setenta, sobre todo a la partitura de “Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha”.
Pero poco hay que achacarle a esta gran producción, capaz de demostrar que un gran presupuesto no deshumaniza ninguna película, si hay talento que articule semejante maquinaria y que sea capaz de transmitir las emociones que en cada momento se pretende. A ver si aprendemos nosotros, que tanta falta nos hace y así engrandecer algo nuestro cine patrio. Pero para aprender la lección no solamente haría falta humildad, no escoger a dedo y dejarnos de amiguismos, si no al menos verla.

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