El escocés Robert Carlyle se atreve a sentarse en la silla de dirección por vez primera (salvo alguna pequeña incursión en una serie años atrás) para traernos una comedia inteligente, negrísima y de enredo. Donde las situaciones incomodas y estrafalarias no dejan de sucederse una detrás de otra y que cuenta en la calidad de sus intérpretes con su mejor baza. Y así es explotada.
En cuanto a la dirección no hay grandes elementos como para resaltarlos, salvo alguna que otra escena con cámaras dinámicas bastante curiosas. El verdadero potencial de esta película es su hilarante guión y los interpretes que lo forman. Están todos ellos fabulosos, pero es que lo de Emma Thompson es una pasada. A pesar de llevar 20 kilos de maquillaje para parecer una anciana la fuerza de su mirada describe perfectamente la situación que haya, por no hablar de la voz con la que habla, imposible no reírse con el timbre y dicción que utiliza. Y encima es evidente que se lo está pasando en grande con este papel. Solo por ella ya es obligatorio ver esta película en versión original. Robert Carlyle también está genial exagerando su acento escocés, con una transformación de personaje muy interesante y divertido. Y culmina un Ray Winstone con un papel de amargado policía que le va genial. Personaje muy gracioso.
Es una película que cuesta mucho el analizar aspectos técnicos, en ese campo es bastante normalita, se le echa en falta un poco más de ambición en ese aspecto, y una vez más, en este caso el guión y las interpretaciones son la base fundamental en la que se aguanta este trabajo, siendo ambos aspectos de nivel notable. El guión bebe de las míticas películas de humor británicas como Un cadáver a los postres o Un funeral de muerte, que tan bien se les da por esas tierras.
Agradable comedia con algo de sangre y miembros amputados que gustará por su buen humor y su falta de escrúpulos en hablar de la muerte y hasta del sufrimiento.
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