El primer capítulo es excelente por el punto de vista macabro e irónico con que el escritor Lorenzo Silva cuenta el descubrimiento de la muerta. También la arquitectura de las primeras investigaciones de los agentes Bevilaqua y Chamorro y la caza por los asesinos que empieza en el medio de la novela. Hay otros encuentros en estilo irónico del primer capítulo y unas vueltas sorprendentes que amplían la tensión.
La energía criminalista de la obra se produce por los contradicciones del caso. Pero la solución final de la novela tiene poco suspense. El autor tiene un asesino que no ha presentado como sospechoso, con ningunos indicios y pocos alusiones en el curso del acciones. Es imposible de deducir el autor del crimen por adelantado, pero una novela policiaca de cualidad tiene que poner unos rastros claros para los lectores que quieren comprobar o refutar teorías sobre el asasinato. En esta obra el asesino se cae como una piedra del cielo.
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