Lo mismo ha ocurrido con Rand, el Dragón que fracasa en su primer intento de evitar la llegada del Oscuro: está tan asustado de lo que es capaz de hacer, que crea una situación mucho más peligrosa de la que pretendía evitar al huir y hacer creer a todos que estaba muerto.
Hasta Moraine ha caído en la misma trampa, demasiado traumatizada por perder el contacto con el Poder Único. A cambil se ha ganado con dos villanos con una caracterización interesante. Tanto Ishamael como Lanfeae, los dos seguidores del Oscuro que regresan al mundo, tienen sus propios objetivos más allá de garantizar la vuelta de su señor, y recelan de los demás que aún no han sido invocados.
La serie se esfuerza en mostrar que sus razonamientos pueden ser atractivos para que, por ejemplo, Rand considere pasarse a su bando y, de paso, complica el clásico enfrentamiento entre el Bien y el Mal que suele ocupar el centro de estas historias. Porque si hasta Lanfear duda a veces entre su amor genuino por el Dragón y su propósito final, la serie resultante es más entretenida.
Los otros grandes villanos de la temporada, los seanchan con sus mujeres canalizadoras esclavizadas y convertidas en armas de destrucción masiva, también han contribuido a elevar lo que estaba en juego y a mostrar a sus ingenuos protagonistas que sus decisiones, o su inacción, tienen consecuencias muy reales.
Ese imperio que llega desde el otro lado del mar está dispuesto a luchar por la Luz hasta el final, pero lo hace utilizando unos métodos cuestionables, como mínimo. Y en su construcción para la serie resulta interesante que se decidiera que todos sus integrantes hablaran con acento estadounidense, algo muy poco común en la fantasía televisiva y que apunta a que se encuentra ante el momento que puede consagrarla, o una ficción que no supo aprovechar la inercia de una buena segunda mitad de la temporada.
La subtrama sobre la esclavitud de Egwene a manos de los seanchan, por ejemplo, indica que la ficción está dispuesta a meterse en terrenos más serios y más peligrosos para sus protagonistas, y a introducir elementos más imprevisibles como esa nueva Renegada que aparece al final de la entrega o que Moraine esté definitivamente alejada de la Torre Blanca. Además, esta segunda temporada también se ha atrevido a elevar un poco el atrevimiento formal en el vestuario de los personajes, saliéndose en ocasiones de los patrones clásicos en la fantasía épica.
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