martes, 20 de febrero de 2018

Vacaciones del verano 2017. Cuarta parte

Miércoles de julio. Aunque estamos en Motril al lado del mar, cogemos el coche y nos vamos a Granada, es decir, alta montaña. La autopista que sube es espectacular, preludio de un gran día.
En Granada, Rosamari nos enseña un monasterio y una iglesia de barroco granadino espectaculares. No se puede creer que algo esté tan sobrecargado. Sin embargo, el efecto es bonito.
Después de comer en un bar típico granadino, recomendado por el vigilante del monasterio, nos vamos a ver la catedral y las tumbas de los reyes católicos. La catedral es enorme, pero no muy espectacular. Las tumbas sin sencillas, pero estremece pensar que pertenecen a los reyes que acabaron la reconquista e iniciaron el Imperio.
La tarde la dedicamos a la alhambra. Ya desde que empiezas la visita en el generalife te fascina. Los jardines y las fuentes son tal y como las has visto en miles de fotos, pero con la magia de estar alli.
Tras un pequeño paseo por lo que sería la ciudad interior llegamos a los palacios sefardíes. No tiene descripción. Todo lo que vemos es fascinante. Es cierto lo que dicen, las mil y una noches están aquí. Maravilla, maravilla, maravilla, ...
Sin embargo la visita se hace larga, hay tanto que ver que al final estás agotado y buscas los bancos que te vas encontrando en las salas para poder continuar. Curiosamente, mini aguanta como una campeona. No se queda atras ni se queja en ningún momento.
Como siempre tenemos suerte. No solo ha estado medio nublado y con una temperatura óptima, es que incluso nos cayeron unas gotas en la cola de los palacios que refrescaron todavía más. Perfecto. Duraron cinco minutos, pero lo mejoraron todo.
No puedo evitar pensar en mamá. Varias veces hablamos de Granada y ella siempre hablaba con pasión. Por fin puedo entender el por qué.
Cuando volvemos a Motril nos desviamos hacia las Alpujarras. Llegamos a Lajarón y nos sorprende. En plena montaña un pueblo enorme. Varios hoteles y restaurantes llenan un oueblo de la tercera edad. Está claro a quién está dedicado el turismo.
Pero mini se las arregla para ilusionarnos a todos. Un juego del todo a cien la hace disfrutar y acabar el día como si hubiese conquistado el mundo. Si encima comemos unos dulces típicos que vemos en una panadería, todo perfecto.

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