martes, 20 de febrero de 2018

El final de la esperanza, primera parte

Amanece.
¡Seguimos vivos!
La noche ha sido tranquila. No se han oido ni disparos, ni cañonazos, así que hemos dormido profundamente. Al menos todo lo profundo de lo que se puede ser capaz tras cuatro años haciéndolo en mantas en el suelo enfangado de los túneles. Total, ya estamos acostumbrados al hedor de miles de cuerpos y ropas llenos del barro permanente de las trincheras.
Al salir del refugio vemos la luz del sol. Mejor, vemos el humo que flota sobre la tierra después de tantas bombas y gases tirados en estos años. Quizá haya lugares del mundo donde todavía se vea el sol, pero es difícil de imaginar.
¡Perra vida! Hace 4 años todos marchamos por las calles con alegría e ilusión. Parecía que íbamos a una fiesta por las risas que hacíamos. Tal era la ilusión en la guerra que se perpetraba que todos creíamos que defendíamos los mejores ideales. Hoy ya no sabemos cuáles eran, ni siquiera quedan ideas. Sólo recuerdos de amigos muertos, de hambre, de dolor y, sobre todo, de una familia de la que nos quedan caras muy difuminadas. Parece que se esconden en la niebla. ¿Seguirán ahí?, ¿nos esperan?. Ayer les mandé una carta, una más. Estos día pienso que ya ni las leen, total algunos de los pequeños ya ni siquiera sabrán quien soy.
¡Un dia mas! A pesar de lo asqueroso de los túneles sólo pensamos en sobrevivir otro día. Pensamos en llegar a la noche para volver a dormir en esas asquerosas mantas que tendemos en el barro y la mierda. En volver a oler el miedo y la inmundicia que se apila en esas cuevas que llamamos dormitorios. ¡Son tantos los que han caído!.
Pero hoy parece distinto, un rumor se extiende de boca en boca: ¡Se ha firmado la paz!. Mentiras y mas mentiras. Es imposible que se haya llegado a un acuerdo en la situación en la que estamos, ¿Alguien cree que hayamos ganado la guerra?, ¿alguien puede creer que la hayan ganado ellos?. Todos estamos igual de enterrados en estas trincheras infernales, tanto da si son las de enfrente o si son estas nuestras. ¿Y si todos hemos perdido?, ¿quien firmará  la laz entonces?.
A pesar de todo todos saltamos y gritamos con alegría e ilusión. Parece mentira quetodos estos años no nos hayan quitado la ilusión. Ni siquiera tantas atrocidades han impedido que estemos ilusionados. La vida es muy curiosa, pase lo que pase siempre tienes ilusión por algo. ¿Merece la pena?. Me abrazo a todos los que están a mi lado. Algunos ni los conozco. Han caído tantos han venido tantos que todos me parecen nuevos. Y todos parecen viejos camaradas. Lo que hace el sufrimiento. Últimamente pienso que el dolor une más que el amor. Pienso mas en mis compañeros de trinchera que en toda mi familia. Parece que la realidad se impone a mi corazón sin cortapisas. ¿Alguien me recordará cuando vuelva?
Sin embargo toda la fraternidad se acaba cuando salimos. Estoy seguro que todos pensamos, rogamos y rezamos para que no nos toque a nosotros. Pensamos en nuestros compañeros, pero en realidad lo que pedimos es que no nos toque a nosotros. La fraternidad es un bonito ideal, pero para los que se quedan en la trinchera. En la tierra de nadie somos humanos, sólo queremos sobrevivir.
Aún así, durante las salidas y con la excitación y los gritos que damos para animarnos, surge lo mejor del ser humano. No porque ataquemos con rabia, si no porque cuando alguno cae siempre hay alguien que lo mueve para ponerle a cubierto. Poco más se puede hacer por los caídos.
Al volver rezamos por todos los que se quedaron allí. Aunque no puedo dejar de pensar que rezamos por nosotros y damos gracias por seguir vivos. Damos gracias porque haya caído nuestro mejor amigo y no nosotros. ¡Otro día más!
Un sargento nos grita que nos preparemos. En una hora vamos a salir. No se atiende a razones, sus órdenes son lo más importante. No ha oído nada del armisticio. De nuevo nos grita para reirse de los rumores. Otra desilusión más ...
A la hora convenida subimos las escaleras y salimos corriendo y gritando por el barro. Otra vez oímos el repiqueteo estruendoso y repetitivo de las ametralladoras. Por todos lados empiezan a caer compañeros mientras avanzamos sin tregua. Al cabo de unos momentos oímos una sirena y unos gritos que vienen desde nuestras trincheras. Pero antes de saber que dicen un latigazo de dolor surge del pecho y no puedo evitar caer rendido por el dolor. En unos instante me veo la pechera cubierta de sangre mientras me cuesta mas y mas respirar.
Unos minutos mas tarde veo pasar a los nuestros y a los rivales a mi alrededor y abrazarse todos juntos. No puedo más y cierro los ojos. A lo mejor si era verdad lo de la paz
¿Por qué morimos?

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