Virgin River trata sobre segundas oportunidades. El dolor bloquea a las personas y algunas se pasan la vida sin remontar. Las tramas son sencillas, los dramas no muy dramas y las alegrías tan reconfortantes como una tarde apacible de manta, peli y chocolate caliente. Las interpretaciones me parecen buenas, la última vez que vi a la actriz que interpreta a Hope fue como Martha Kent, la madre de Tom Welling en Smallville. Su personaje es quizás el punto más cómico de la serie, aunque también puede resultar un tanto irritante e infantil. Jack es demasiado perfecto para un pueblo de 600 habitantes; encima a Mel le toca la lotería cuando es la primera persona con la que mantiene una conversación (después de Vernon y Hope) pese a que el chico está siempre en todos sitios menos en la barra del bar, el resto de la serie. Además, ¡sorpresa! Está dispuesto a enamorarse por primera vez. Así que sí, el número gordo de la lotería, la solución a su pena. Las idas y venidas de ambos son lo más natural del mundo, quien dude de que algo así pasa en la vida real, no ha vivido en una relación humana el tiempo suficiente.
Una serie sencilla, sin aires de grandeza, que nos pone los pies en el suelo al recalcar las cosas verdaderamente importantes: ni el gimnasio de Los Ángeles es imprescindible en nuestra vida ni llegar a un bar y beberse un cosmopolitan. Destaca como tema colateral constante el tráfico ilegal de marihuana (los conflictos siempre enganchan) pero el gran protagonista, sin duda, para cursis o no (absténganse snobs) es EL AMOR. En este caso el amor adulto, imperfecto, lleno de remordimientos o dudas, según de qué pareja “virgin” hablemos.
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