Después de ver el castillo, aunque el pueblo parecía vulgar visto desde arriba, decidimos entrar a verlo. ¡Y vaya acierto! Las casas arregladas y las calles de infinitos soportales transmiten una sensación de pueblo de siempre, de los que veíamos de pequeños. El color blanquecino de todo parece a juego con el paisaje. Es tanta la similitud con la tierra que es imposible no pensar que todo surge de ella.
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