En estos tiempos donde es complicado dar con una película que se construya mediante una narrativa atractiva, Patrice Leconte adapta al famoso detective Maigret de las novelas de George Simenon de un modo en el que la historia se hila creando interés más por la forma de contarla y la sutileza que envuelve a los personajes que por la trama detectivesca en sí misma.
Brillante para ese cometido las interpretaciones de todo el reparto y especialmente sobresaliente la actuación protagonista sobria, sentida y madura de Depardieu, actor del que poco queda por decir y admirar (prolífico intérprete que para mí siempre será la imagen perenne del gran Cyrano de Bergerac). Son los detalles expresados por estos actores en el trasfondo de las cosas los que dan un aliño de mérito para redondear esa especial narrativa que hace mayor la historia sencilla de investigación que se nos cuenta. De este modo, junto a la intriga que envuelve la investigación, los sentimientos de los personajes se hacen importantes mediante lo que desvelan de su pasado.
Bella la relación que se desarrolla entre Maigret, el detective cansado, triste, con nostalgia de un pasado mejor, pero siempre profesional y luchador, y Betty, la muchacha rebelde que empatiza con él; así como bello es el reflejo implícito en la memoria del detective tanto de ella como de la joven asesinada sobre el recuerdo de su hija perdida. Maigret, como en la novela "Maigret y la joven muerta", reconstruye la personalidad de la víctima para poder resolver el caso, y esto no le deja impasible sino que más bien le marca una huella profunda que el rostro y las expresiones del actor dibujan con esmero. Una película para ver sin esperar nada, sentarse a disfrutar y dejarse llevar por la historia que en apenas noventa minutos nos dejará la sensación de haber visto una obra notable.
¿Y si las cosas hubieran sucedido de otra manera?¿Y si se hubiesen tomado otras decisiones o entonces el azar hubiese obrado de otro modo? Tal vez la vida hubiese sido de muy diferente desenlace. Algo que, aunque fuera de una investigación policiaca de un crimen, no deja de ser como la vida misma de cualquiera de nosotros.
Brillante para ese cometido las interpretaciones de todo el reparto y especialmente sobresaliente la actuación protagonista sobria, sentida y madura de Depardieu, actor del que poco queda por decir y admirar (prolífico intérprete que para mí siempre será la imagen perenne del gran Cyrano de Bergerac). Son los detalles expresados por estos actores en el trasfondo de las cosas los que dan un aliño de mérito para redondear esa especial narrativa que hace mayor la historia sencilla de investigación que se nos cuenta. De este modo, junto a la intriga que envuelve la investigación, los sentimientos de los personajes se hacen importantes mediante lo que desvelan de su pasado.
Bella la relación que se desarrolla entre Maigret, el detective cansado, triste, con nostalgia de un pasado mejor, pero siempre profesional y luchador, y Betty, la muchacha rebelde que empatiza con él; así como bello es el reflejo implícito en la memoria del detective tanto de ella como de la joven asesinada sobre el recuerdo de su hija perdida. Maigret, como en la novela "Maigret y la joven muerta", reconstruye la personalidad de la víctima para poder resolver el caso, y esto no le deja impasible sino que más bien le marca una huella profunda que el rostro y las expresiones del actor dibujan con esmero. Una película para ver sin esperar nada, sentarse a disfrutar y dejarse llevar por la historia que en apenas noventa minutos nos dejará la sensación de haber visto una obra notable.
¿Y si las cosas hubieran sucedido de otra manera?¿Y si se hubiesen tomado otras decisiones o entonces el azar hubiese obrado de otro modo? Tal vez la vida hubiese sido de muy diferente desenlace. Algo que, aunque fuera de una investigación policiaca de un crimen, no deja de ser como la vida misma de cualquiera de nosotros.
Patrice Laconte, cineasta francés de larga trayectoria, autor tras títulos notables como ‘El marido de la peluquera’ (1990), ‘La chica del puente’ (1999) y ‘El hombre del tren’ (2002) entre otros, compone en su último largometraje ‘Maigret’, una brillante adaptación del detective que inmortalizara en multitud de novelas el escritor Georges Simenon. El célebre comisario está en horas bajas. Cansado, inapetente, su icónica pipa forma ya parte del pasado. Una reliquia de otros tiempos que el protagonista observa con añoranza.
Porque ese es precisamente el tono que Laconte imprime a la cinta. La nostalgia como eje narrativo y visual, dejando impronta de autor capaz de esbozar imágenes absorbentes. París, década de los cincuenta. Una bellísima joven aparece acuchillada en mitad de una plaza. Ataviada con un elitista vestido, su identidad es una incógnita. Es lo primero que intriga al comisario Jules Maigret, al que da vida un espléndido Gérad Depardieu.
Las pesquisas sobre el caso le llevan a interesarse por jóvenes de provincias que dejan todo para adentrarse en la aventura parisina. Una búsqueda del sueño que para algunas puede acabar en pesadilla. Durante su escueto metraje (85 minutos de cinta), ‘Maigret’ presenta una urbe intrigante, de oscuros secretos. Una atmósfera crepuscular se cierne sobre la puesta en escena, secundando el estado físico del detective. Manteniendo el interés hasta el final, Laconte finiquita la trama sin alharacas ni golpes bajos.
Cine negro en el sentido más clásico, que supone una bocanada de aire fresco en un género demasiadas veces maltratado. Mención especial merece un gran Gérard Depardieu, inmiscuyéndose en el proceder de las víctimas y los sospechosos. Haciendo de la empatía hacia sus semejantes una virtud a la hora de desentrañar enigmas y vericuetos. Y de paso no olvidar a aquellas personas que el sueño de una vida mejor deja en el camino.
Porque ese es precisamente el tono que Laconte imprime a la cinta. La nostalgia como eje narrativo y visual, dejando impronta de autor capaz de esbozar imágenes absorbentes. París, década de los cincuenta. Una bellísima joven aparece acuchillada en mitad de una plaza. Ataviada con un elitista vestido, su identidad es una incógnita. Es lo primero que intriga al comisario Jules Maigret, al que da vida un espléndido Gérad Depardieu.
Las pesquisas sobre el caso le llevan a interesarse por jóvenes de provincias que dejan todo para adentrarse en la aventura parisina. Una búsqueda del sueño que para algunas puede acabar en pesadilla. Durante su escueto metraje (85 minutos de cinta), ‘Maigret’ presenta una urbe intrigante, de oscuros secretos. Una atmósfera crepuscular se cierne sobre la puesta en escena, secundando el estado físico del detective. Manteniendo el interés hasta el final, Laconte finiquita la trama sin alharacas ni golpes bajos.
Cine negro en el sentido más clásico, que supone una bocanada de aire fresco en un género demasiadas veces maltratado. Mención especial merece un gran Gérard Depardieu, inmiscuyéndose en el proceder de las víctimas y los sospechosos. Haciendo de la empatía hacia sus semejantes una virtud a la hora de desentrañar enigmas y vericuetos. Y de paso no olvidar a aquellas personas que el sueño de una vida mejor deja en el camino.
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