viernes, 27 de noviembre de 2020

Un pequeño cuento

 Hola hermano:

Aquí seguimos, encerrados en casa. La epidemia nos impide el movimiento. Las calles vacías, parecen senderos solitarios que sólo se pueden transitar para dirigirnos al final de nuestras vidas, tan tétricas como se ven. 

¡Pero no! Saldremos de ésta como tantas veces hemos salido de otras anteriores. Mientras tanto, ¡paciencia! ¿Qué nos pueden contar a ti y a mí después de pasar cuatro años encadenados en las trincheras contra un enemigo que era invisible casi siempre? Ahora estamos en casa con un enemigo invisible de verdad. Ahora en vez de barro y hambre, tenemos miedo. Estoy aterrado porque ahora los que caen son los ancianos y los niños. Y no podemos hacer nada, salvo esperar.

Pero sobreviviremos. Llegará el día en que la luz atravesará esta niebla de dolor y desconsuelo. Llegará el día en que la Humanidad en pleno mirará hacia atrás y recordará el dolor de la Guerra y de la epidemia con alegría porque lo habrá superado. Ese día podremos volver a abrazarnos y alegrarnos con el bien común. Ese día volveremos a ser personas y nos consolaremos por los caídos con la vista en el futuro radiante y positivo.

Pero hoy, hoy no es ese día. Hoy nos toca tener esperanza y ver la luz al final del túnel que llegará más pronto que tarde. Ya sé que cuesta ver esa luz. Ya sé que el túnel es largo y oscuro. Pero nunca en la historia el ser humano ha tenido que transitar para siempre en la oscuridad.

Aquí tenemos varios enfermos que luchan y nosotros con ellos. De nada serviría sobrevivir si no es todos juntos. Por eso luchamos en la Guerra y por eso luchamos ahora. Todos los días vemos vecinos que se cansan de esperar y salen, pero su inconsciencia nos pone en peligro a todos, como cuando en la batalla alguno iba por libre y rompía las líneas que nos protegían. No quiero ni pensar en lo que sentirán si ellos mismos, o alguno de los suyos cae. Al final somos reos de nuestras propias decisiones.

Espero que a tu lado estén tu mujer y las niñas. Protégelas, ellas son las más expuestas y es necesario salvarlas al precio que sea. Deseo también que le presentes mis saludos a tu suegra. Ella es también de las personas que están más en peligro pero es necesario que sobreviva. No podemos olvidar que a ella y a todos los de su generación se lo debemos todo.

Por último quisiera que le dieras un abrazo muy especial a tu cuñada. Como enfermera está en la primera línea de batalla y, es con mucho, la que más riesgos corre. Lleva mucho luchando, primero en los hospitales de campaña de Francia, ahora aquí en casa. Me decía al volver que necesitaba un descanso porque lo que había vivido era atroz. Ahora, sin embargo, está luchando igual que antes y encima el riesgo que corre es muy superior. ¡Cuidadla!

Un abrazo en la distancia, esperando que todos sigáis luchando. 

Londres 16 de abril de 1920


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