domingo, 26 de abril de 2015

Maravillosa Educación

Hoy me comentaba una compañera que un alumno de su tutoría llevaba 10 amonestaciones por escrito en lo que va de curso. Me comentaba que las había enviado a los padres y que solamente se le habían devuelto dos, así que suponía que los otras 8 o bien no habían llegado a los padres o bien no se habían dignado a leerlas. Como buena profesional que era había llamado a los padres y seguía esperando a que vinieran a la cita concertada (hace más de dos meses). Lo curioso del caso es que el jefe de estudios había recibido a los padres cuando vinieron (a la hora que les dio la gana) y recriminó al profesor el no haberse asegurado que los padres hubieran recibido las amonestaciones.
Que podía decirle: que el jefe de estudios devalúa su trabajo recibiendo a cualquiera cuando quiere como si fuera lo único que tiene que hacer, que los padres son cualquier cosa menos padres al hacer dejación de sus funciones, que el jefe de estudios le acosa cuando se inmiscuye en su trabajo sin causa justificada, que los padres son malas personas que vienen a propósito a deshora para conseguir arropar las tropelías de su hijo, que ...
A todo esto se añade el desprecio más absoluto por parte del jefe de estudios. Seguro que casi todos hemos oído alguna vez la coletilla: no te preocupes, ahora ya esta arreglado. Como no somos buenos profesionales, para eso está el jefe de estudios, ¿o no es eso lo que insinúa?
En fin, que una vez más he constatado que somos el último mono en la escala de valores de los alumnos, de los padres y, lamentablemente, del equipo directivo.

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